El traslado del Templo de Abu Simbel

Egipto es uno de los destinos que hacen soñar a los amantes de los viajes. Su misticismo, que llega de la mano de una de las culturas ancestrales que más curiosidad despiertan, consigue que el país se cuele en la lista de deseos viajeros de personas de todas las edades por todo el mundo. El país del Nilo, con su arte, sus tradiciones y -sobre todo- sus pirámides, encierra en sí mismo numerosos secretos descubiertos y por descubrir. Una de nuestras localizaciones favoritas de los cuentos de las ‘Mil y Una Noches’.

Hoy, queremos contaros la historia de uno de los lugares más visitados de Egipto: el Templo de Abu Simbel. ¿Sabías que esta gran construcción tuvo que ser íntegramente trasladada a un lugar seguro para mantenerla a salvo con el paso de los años? Sigue leyendo, te contamos toda su historia.

 

Cómo frenar la fuerza del Nilo

El Nilo es uno de los símbolos de Egipto. Sus aguas llevan vida a las poblaciones que se encuentran a su paso; pero también impacta con su fuerza y su caudal cambiante que, en ocasiones, supone un problema para el país. Con idea de domarlo, hace años se construyó una presa de 54 metros de altura, conocida como Baja presa de Asuán. Tiempo después, en el año 1964, esta estuvo a punto de desbordarse, por lo que decidieron construir otra a ocho kilómetros de distancia. Esta segunda, bajo el nombre de Alta presa de Asuán, amenazaba con sumergir grandes monumentos y del Antiguo Egipto, que supondrían una pérdida en patrimonio histórico de valor incalculable. Fue entonces cuando se tomó la determinación de llevar a cabo uno de los planes más arriesgados hasta el momento en Egipto: trasladar los monumentos a lugares más seguros.

En esta operación fue necesaria la participación de la UNESCO y de unos 900 expertos en diferentes disciplinas de más de 20 países, que buscaron la manera de salvar el mayor número de construcciones posibles.

 

Traslado del Templo de Abu Simbel

Tras las labores de análisis y estudio de la estrategia a seguir, comenzó el traslado de Abu Simbel. Sin duda, se trata de uno de los monumentos más visitados y más recurrentes en el imaginario de todos los viajeros que llegan a Egipto, por lo que resultaba fundamental para el país garantizar su desplazamiento sin incidentes. Estamos hablando de los trabajos de desplazamiento más caros y complicados

El Templo de Abu Simbel es un enorme complejo que fue descubierto por el explorador suizo Ludwig en 1813, tras más de 2000 años sepultado; y que consta de varias partes: un módulo principal, dedicado a dedicado a Ra, Ptah y Amón y custodiado por cuatro enormes estatuas de Ramsés II; y uno más pequeño en honor a la diosa Hator, con la silueta de Nefertari, la esposa predilecta del faraón.

En la actualidad, este templo se encuentra a 64 metros más de altura y a 180 metros al oeste de su localización inicial. Hay que tener en cuenta que Abu Simbel era un templo excavado en una pequeña montaña, por lo que hubo que cortar la roca en piezas que se pudieran transportar. Además, también crearon una cúpula subterránea en la montaña que acoge hoy en día el templo, para asegurarse de que el peso de la roca no causaba más problemas.

Gracias a toda esta planificación, todavía hoy podemos disfrutar en nuestros viajes a Egipto de uno de los monumentos más sobrecogedores del mundo. Aunque, como curiosidad, si tuviéramos que hacer algún apunte negativo sobre los minuciosos trabajos de traslado y reconstrucción del templo, sería la imposibilidad de replicar los juegos de luz originales. En su ubicación real dos veces al año la luz entraba hasta el interior e iluminaba directamente los rostros de todas las estatuas menos la de Ptah, el dios de la oscuridad. A pesar de los avances, los expertos no han sido capaces de replicar este fenómeno en las mismas fechas -21 de febrero y 21 de octubre- y tiene lugar un día después.

 

La suerte de los otros templos

Junto con el Templo de Abu Simbel fueron trasladados otros muchos monumentos, aunque no todos corrieron la misma suerte. Algunos de ellos fueron donados a otros países, como el conocido templo de Debod, que se puede visitar en Madrid; y, por desgracia, otros muchos no pudieron salvarse y se encuentran bajo el agua, con la esperanza de ser rescatados algún día.

 

 

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