Reportajes Club Marco Polo 2007: tercer premio

Presentamos el tercer premio de reportajes del pasado año 2007 que nos mandó Rafael Villegas Bárcena.

TRAVESÍA INVERNAL CON ESQUÍS POR EL BÁLTICO

El inicio era en Oulu, pequeña ciudad costera situada en el Golfo de Botnia, en el mar Báltico 550 km al norte de Helsinki y a 200 km del Círculo Polar Ártico.

Ya con todo el equipamiento preparado nos pusimos en marcha. La temperatura era -25º, afortunadamente el viento estaba en calma y la sensación térmica era neutra. Al ponernos en movimiento el calor del cuerpo era suficiente para mantener una temperatura agradable con las mismas 3 capas que utilizamos en una estación de esquí o en la montaña invernal en España. Pero al parar era necesario un mayor abrigo con un chaquetón polar para mantener el cuerpo caliente en situación de reposo.

El GPS en el exterior quedaba inoperativo. Había que llevarlo en un bolsillo, y sacarlo el tiempo imprescindible para hacer las consultas o manejarlo durante pocos minutos. Lo mismo que las cámaras de fotos o los teléfonos móviles todo equipo electrónico deja de funcionar a menos de -15º, las baterías no suministran energía.

Avanzamos por un camino hacia la playa, y al llegar a la orilla continuamos progresando por la mar congelada entre las embarcaciones cubiertas de nieve. Nos estábamos deslizando sobre una capa de más de un metro de hielo por encima del agua del mar Báltico.

Todavía quedaba cierta distancia y el sol ya tocaba el horizonte, por lo que apuramos para que no se nos echase la noche encima. Con la penumbra nos introdujimos en una isla, avanzamos por unos caminos entrecruzados y tras dar alguna vuelta de más por fin encontramos la cabaña. Finlandia está sembrada de cabañas de madera por todo el país repartidas uniformemente por senderos y caminos, todas ellas con un cobertizo lleno de leña.

Ya de noche cerrada hicimos una hoguera en medio de la cabaña, y nos pusimos el vestuario de abrigo en reposo. Me quité la prenda externa cortavientos, luego el forro polar, quedándome con la camiseta térmica para ponerme sobre esta el chaquetón polar especial. Nada mas quitarme el forro polar, este quedó como una pieza rígida: el sudor que tenía adherido se congeló instantáneamente. Para descongelarlo lo restregué para arrancar las placas que salían más fácilmente, y luego lo puse cerca del fuego para derretir el hielo incrustado en el tejido, seguidamente lo sacudí para desprender el agua ya derretida por encima de la hoguera. Las finas gotitas de agua que salpicaba alrededor del fuego se iban congelando convirtiéndose en minúsculos copos de nieve. Cada sacudida producía una curiosa nevada en el interior de la cabaña, a pesar de la cercanía del fuego, asimismo las gotitas que nos caían por la nariz eran un copito de nieve flotando en el aire antes de llegar al suelo.Para cocinar recogimos nieve suficiente para llenar una bolsa de las de la basura y con un infiernillo fuimos derritiéndola. Nuestra supervivencia dependía del líquido que nos metíamos en el cuerpo, para lo cual no debía fallar la cocinilla ni el combustible ni el mechero. A esas temperaturas el encendedor queda inoperativo, y para que funcione es necesario meterlo en un bolsillo con lo que una vez caliente se dispone de poco tiempo para prenderlo. Para manejar los utensilios nos quitamos las manoplas y nos poníamos guantes, era prohibitivo tocar cualquier objeto directamente con los dedos.

Una noche uno salió a hacer sus necesidades fisiológicas y desde el exterior nos pegó un grito: “Salir, mirar qué espectáculo”. Todo el cielo estaba cubierto con una especie de franjas parecidas a cortinas relucientes que se balanceaban como si fueran bandas de rayos láser alineados verticales o ligeramente inclinados dirigidos desde el cielo a la tierra, de colores entre amarillento, verdoso, y blanquecino, con intensidad variable, recorriendo toda la semiesfera celeste desde el horizonte de un extremo al otro pasando algunos por nuestra vertical. En momentos aparecían nuevos focos, había zonas que se difuminaban fugazmente, había zonas más bien estáticas y otras con rápidos movimientos, como si fueran cortinas sacudidas por instantáneas ráfagas de viento repentinas. Al cabo de una hora la intensidad fue disminuyendo, y la luz se fue desvaneciendo muy lentamente, y otra hora mas tarde aún quedaba algún reflejo esporádico de pequeñas dimensiones de intensidad decreciente. Habíamos sido muy afortunados al haber presenciado una Aurora Boreal.

Tras recorrer 95 km en 7 días de marcha llegamos a Kemi, al norte del mar Báltico. La entrada la hicimos por una playa cercana, Al alcanzar la carretera llamamos a un taxi para trasladarnos al albergue. La temperatura que marcaba su termómetro era de -37º.

 

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