Reportajes Club Marco Polo 2007: premio finalista 2
Presentamos el segundo reportaje finalista del pasado año2007 que nos mandó Antoni Guiral.
¿QUIERES APADRINAR A UN MONJE?
Luanprabang, a orillas del Mekong, fue la última parada de nuestro viaje por Laos. Una perla perdida en las montañas altas y refugiada por nubes bajas al atardecer; un paraje idÃlico de los muchos que disfrutamos en esas tierras. La ciudad, con marcado acento colonial, guarda tesoros arquitectónicos que reflejan el estilo Lao, juntamente con una gran tradición del fomento de las artes decorativas en los templos. El estilo Lao no ha perecido con el paso de los años, por lo que es difÃcil ubicar por épocas la interminable cantidad de templos.
Otro punto destacado de la decoración son los frescos, Tanto en elinterior del templo o en los pasillos exteriores laterales. En este caso los motivos pictóricos difieren, pero todas tienen el aire de lo cotidiano, y son capaces de transmitir los valores y la historia. Representaciones del infierno de Dante se mezclan con vagones de tren del siglo XIX, mientras que una pareja de enamorados, vestidos ella al gusto local y él con casaca prusiana miran de reojo la escena, situados en una ciudad con pagodas y rascacielos. Ante tanto estÃmulo para los sentidos cada tarde recorrÃamos los templos, buscando los detalles, observando el ir y venir de los monjes, y cruzándonos algunas palabras en inglés con quien quisiera practicar. Justo en un templo, famoso por la puerta flanqueada por pavos reales hechos con yeso y cristales fue donde conocimos a Sengdao, un monje de apenas quince años.Fuimos por casualidad o quizás fue el destino, pero fuimos dos veces a este templo. La primera vez oscurecÃa y se acercaba la hora de plegaria, por lo que decidimos volver al dÃa siguiente.
AsÃ, con margen para saborear el complejo budista, nos encontramos con un monje, dispuesto a hablar las cuatro frases en inglés que sabÃa, y sobretodo a comunicarse. La conversación fue distendida. ¿De dónde sois?¿Qué hacéis en Luanprabang?¿Os gusta mi ciudad? – y nosotros lanzando otra baterÃa de preguntas ¿Cómo es la vida en el templo?¿Qué estudiáis en el templo?¿Eres de aquÃ?¿Cuántos años llevas?… De pronto la conversación dio un giro insospechado ¿me podéis pagar los estudios? La sorpresa de la pregunta nos cogió completamente desprevenidos. Los occidentales somos desconfiados de pro, y aquella proposición no tenÃa cabida en nuestros planes. El monje fue rápido analizando la escena, y explicó con detalles su situación: pertenecÃa a una familia humilde del campo, y él y su hermano estaban estudiando en el templo. Sin embargo, para acceder a una educación superior necesitaba a alguien que pudiera financiarle los estudios. No pedÃa para su familia, sólo pedÃa una oportunidad para poder forjarse un futuro mejor que el de sus predecesores.
Y esta pregunta,juntamente con la explicación que nos aportó nos hizo abrir los ojos. Estábamos rodeados de un paraÃso, pero generalmente la realidad del turista no es la realidad de un paÃs. Como en tantos paÃses,el sistema educativo en Laos es deficitario, especialmente si se tiene en cuenta que no se editan libros y la educación es todavÃa un privilegio de pocos y, por citar otro ejemplo, la Sanidad es de las más precarias en todo Extremo Oriente.
Laos se ha convertido desde hace pocos años en un destino de norteamericanos y australianos, que impunemente hacen ostentación de sus riquezas, mientras que las mujeres de las tribus que venden en los mercados nocturnos se quedan perplejas ante un cajero automático. El hombre blanco se pasea con el objeto de cazar lo auténtico. Y sus presas ven en él un espejo en el que poder reflejarse en un futuro próximo, dejándose dócilmente atrapar. Los europeos, antiguos colonialistas, entramos en el mismo saco.
Un nudo fuerte ahogó las muchas palabras que en ese momento querÃamos transmitir. Desde compasión por la situación hasta justificación por el hecho de estar allÃ. Supongo que debieron ser difÃciles de entender para nuestro monje los argumentos que le dimos (no todos los turistas somos iguales ni tenemos el mismo dinero, empezamos a trabajar con tu edad y a estudiar al mismo tiempo, nuestros padres no son ricos, tenemos ya a un niño indio apadrinado…). Marchamos del recinto ya de noche, con la promesa de escribirnos mails para ver sus progresos. De hecho, creo que una parte de nuestro corazón se quedó ahÃ.
Asà que a nuestra vuelta decidimos montar una estrategia. Empezamos a pensar racionalmente cómo Sengdao podrÃa costear sus gastos de hospedaje en el templo y seguir estudiando. Trabajar de camarero, recurrir a otro templo, o seguir confiando con los turistas, seleccionándolos por nacionalidades.
El curso empezó a principios de Septiembre. El último mail que recibimos de Sengdao nos comunicaba que tenÃa que volver al campo, ya que no habÃa encontrado recursos para pagarse los estudios.
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