Denali

Después de haber visitado Estados Unidos y México, Pedro y Nagore continúan su viaje al mundo. Los autores de Nyumbani han estado recientemente en Alaska y han querido compartir con nosotros cómo fue su experiencia en el monte Denali.

Hace poco más de 6 meses que el monte Denali ha recuperado su nombre. “El grande” en la lengua tradicional de los tanaina. Fue durante 117 años el McKinley, nombre con el que lo aprendimos los hijos de la EGB. Lo que no ha cambiado es que sigue siendo el monte más alto de todo Norteamérica. Aunque eso igual también cambia algún día.

Unas 18 millas separan Healy de la entrada al parque nacional de Denali, que alberga el bosque de coníferas – taiga – en torno a la montaña y el propio pico. Hasta abril o mayo los alojamientos del pequeñísimo pueblo de Denali – nacido al hilo de la creación del parque – están cerrados. También lo están los campamentos dentro del parque en los que es posible pernoctar en verano.Denali

Durante el trayecto las vistas son increíbles. Sobrecogedoramente bellas, para gente de latitudes más cálidas. Estamos ya por encima del paralelo 63. Además no hay nadie en la carretera. Pasamos por el río Nenana y no podemos evitar parar a ver sus congeladas aguas río arriba y cómo, en un perfecto simbolismo de la primavera, se van derritiendo unos metros más allá del puente.

Ahora ya sí recorremos las aproximadamente 15 millas que nos restan y llegamos al desvío al parque. El parque es fácilmente visitable en coche, pues atravesado por una carretera de más de 146 kilómetros. Pese a que el parque está abierto todo el año, con el coche en invierno no podemos acceder más allá de la milla 13 donde está el Savage Camp. De hecho, el centro de visitantes está cerrado. Lo que hacemos es ir con el coche buscando un sitio donde comprar la entrada, pero no lo encontramos. Paramos en el Murie Science Learning Center, justo la otra salida de la rotondita de la entrada. Pero nos parece que está cerrado, así que seguimos.

DenaliEn los headquarters, algo más adelante, volveremos a parar y preguntamos a una chica que nos dice que lleva una semana trabajando allí pero que cree que sí, que en el MSLC nos cobrarán. Así que volvemos y sí, ahí es en invierno la recepción de visitantes. La chica del mostrador nos explica que podemos visitar hasta la milla 13, que si tenemos suerte podremos ver algunos animales, pero no el monte Denali porque está nublado y que no nos preocupemos del precio de la entrada en estas fechas. (10 dólares en temporada alta)

Así que ahora ya sí, nos vamos hacia más adentro del parque. El parque es espectacular. Una enorme extensión de pinos o abetos siempre vigilados por la cordillera nevada. Y de nuevo, nadie en los alrededores. La sensación es majestuosa. Estar allí, solos, en medio de uno de los enclaves naturales más protegidos del mundo.

En lo que no tendremos suerte es en lo de ver animales. Al llegar a la milla 13, aparcaremos y nos dedicaremos a dar un  pequeño paseo por el bosque donde diferentes carteles explican que Savage Camp fue el germen del parque en los primeros años del s. XX.

De nuevo la sensación es mágica. No hay nadie. No se oye nada. Sólo se ven las huellas de los trineos que acaban de pasar. Cuando por fin volvemos y vemos un coche en el parking con una pareja quitándose los esquíes, casi nos asustamos.  Volvemos ya a la salida del parque a unos 20 kms por hora. Con toda la tranquilidad del mundo. Viajar a Alaska en primavera te da el premio de la soledad.

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